Lleva unos 40 años en el oficio que aprendió de unas de las primeras venteras de Renaico. Siendo un adolescente, “Don Feña”, como le llaman sus clientes, incursionó en las tortillas cuando ayudaba a transportar las maletas a los viajeros que hacían escala en la estación de ferrocarriles.
Nacido y criado en la comuna entrada norte a la región de la Araucanía, don Luis Fernando Paz Paz de 69 años, es el hombre del triciclo celeste equipado para vocear y acompañar con musica su recorrido, que mantiene la tradición de las tortilleras de la época, una de ellas su mentora, Lela Conejeros.
Tres tortillas en 10 escudos era la transacción. Hoy, las mismas tortillas por $1000 pesos deleitan a los cientos de paladares que uno tras otro esperan su turno en la esquina de Comercio con Caupolicán, frente al nuevo edificio Consistorial..
Casado y con dos hijas, Don Feña sabe de sacrificio, ese mismo que le permitió arreglar su casa y llevar el sustento al hogar.
Cuenta que en el tiempo en que transportaba las maletas se hizo conocido de las venteras, quienes le pagaban por raspar las tortillas. Ya con los años aprendió todo el proceso y se dedicó al oficio que aún lo mantiene vigente por las calles de Renaico.
A las 11 de la mañana comienza a elaborarlas desde su casa. A eso de las 4 de la tarde emprende la marcha para vender en unas dos horas y sin importar las condiciones climáticas, el sabroso producto reflejado en los más de 40 paquetes diarios.
“Con 30 kilos de harina yo hago unos 50 paquetes. Añado levadura, sal, manteca y bicarbonato. Más el secreto que va en cómo calentar la arena para cocerlas. Hay que ponerle gí¼eno y harto ñeque. Ahora yo me las llevo “ganás” porque tengo máquinas eléctricas. Antes las viejitas se sacaban la miércale para mojar un quintal de harina”, explica.
“Salgo a vender en mi triciclo. Aquí le pongo mexicanos, cuecas, rancheras. Vendo por la tradición de las tortilleras quienes contaban con permisos gratuitos, así que hoy la municipalidad me da todas las facilidades para venda, agrega Don Feña.
Finalmente Don Feña habla sobre su orgullo de ser renaiquino, ese mismo que le permite mantener la tradición de las tortillas, el oficio característico de la comuna en la época del ferrocarril, y que poco a poco pareciera desaparecer.
“Renaico es mi pueblo. Nacido y criado aquí, y me quedo hasta morir”, pronuncia potente Fernando Paz.